miércoles, 22 de agosto de 2012

Hay más alternativas

"El hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando en realidad quiere lo que tiene que querer." 
Erich Fromm


En la sociedad de consumo contemporánea, la publicidad y los medios de comunicación dictan lo que la gente tiene que querer. Muchas personas consumen esta programación ávidamente en lugar de preguntarse qué es lo que de verdad les hará felices. Al fin y al cabo, es mucho más sencillo tratar de concordar con la mayoría en vez de cuestionarse lo que esa mayoría hace.
Cuando se trata de tener éxito en la vida, según se entiende hoy, parece que las dos únicas opciones sean permanecer dentro del sistema y trabajar más horas y más duro que nunca, o bien abandonar por completo el sistema para buscar una vida de ocio absoluto. Qué duda cabe que para la mayoría se trata de una elección entre dos opciones inviables. Por un lado, no quieren trabajar más tiempo y más duro; por el otro, no han alcanzado la independencia económica suficiente como para abandonar por completo el mundo del trabajo.

Tal vez esta afirmación provoque nuestra indignación, como suelen hacer casi todas las verdades que preferimos negar: si mi vida dista mucho de ser todo lo satisfactoria y plena que quiero, para empezar soy yo, en gran medida, quien ha creado ese desbarajuste. En última instancia, nadie me obliga a llevar una vida apresurada; soy yo quien la ha elegido. Puede parecer más fácil seguir al rebaño que pensar de modo distinto y hacer las cosas a mi manera. Sin embargo, siempre que seguimos al rebaño lo hacemos por nuestra cuenta y riesgo. El problema de los rebaños es que a veces salen en estampidas muy difíciles de detener. Y cuando un rebaño ocasiona muchos daños, ninguno de sus miembros está dispuesto a asumir la responsabilidad. Y este rebaño llamado España corre directo al precipicio. En este mundo abundan las personas incapaces de pensar por sí mismas. En vez de permitir que su creatividad y sabiduría innata dirijan sus vidas, prefieren lo que los demás hacen y piensan. Lo más fácil es ser uno más del montón. Pero como seres humanos pensantes y creativos, deberiamos darnos cuenta de que siempre existe la opción de no seguir al rebaño, aunque la sabiduría popular diga lo contrario. De hecho, mientras el rebaño avanza en una dirección, podemos buscar otros caminos que seguir.

domingo, 19 de agosto de 2012

Trabajar menos y pensar más




Un rico empresario de Nueva York fue a pasar dos semanas de vacaciones a una playa de Costa Rica. El primer día de su estancia quedó impresionado por la calidad y el sabor de un exótico pescado que compró a un pescador lugareño. Al día siguiente, el estadounidense se topó con el costarricense en el muelle, pero éste ya había vendido todas sus capturas. El estadounidense descubrió que el pescador conocía un caladero, que guardaba en secreto, donde el pescado era abundante y de gran calidad. Sin embargo, sólo capturaba cinco o seis piezas al día.

El neoyorquino preguntó al pescador por qué no permanecía más tiempo en el mar para capturar más pescado:

—Pero señor —contestó el pescador—, me quedo en la cama hasta las nueve o las diez cada mañana; juego con mis hijos; salgo a pescar un par de horas; por la tarde duermo una siesta de una o dos horas; al atardecer ceno tranquilamente en familia y por la noche voy al pueblo a beber vino, tocar la guitarra y cantar con mis amigos. Como ve, llevo una vida plena, relajada, satisfactoria y feliz.

El estadounidense respondió:

—Debería capturar mucho más pescado. De este modo se labraría un próspero futuro. Mire, yo soy un hombre de negocios de Nueva York y puedo ayudarle a tener mucho más éxito en la vida. Hice un máster de administración de empresas en Harvard y sé mucho sobre negocios y marketing. Lo que tiene que hacer para labrarse un futuro es levantarse temprano por la mañana y pasar todo el día pescando, incluso volver a salir al atardecer a por más. En muy poco tiempo, con el dinero extra podría comprar una barca más grande. A dos años vista, tendría cinco o seis barcas que podría alquilar a otros pescadores. En otros cinco años, con todo el pescado que controlaría, podría montar una fábrica de conservas y hasta poseer su propia marca de productos. Entonces, al cabo de otros seis o siete años —continuó el estadounidense mientras el costarricense se mostraba cada vez más perplejo—, podría marcharse de aquí a Nueva York o San Francisco, y tener a alguien contratado para que dirigiese la fábrica mientras usted se dedica a comercializar sus productos. Si trabaja duro durante quince o veinte años, puede hacerse multimillonario. Y luego ya no tendrá que trabajar ni un solo día durante el resto de su vida."



—¿Y qué haré entonces, señor? —preguntó el pescador.

Sin ningún titubeo, el acaudalado hombre de negocios estadounidense contestó con entusiasmo:

—Entonces estará en situación de mudarse a un pueblecito de algún país tranquilo, como México donde podrá quedarse en la cama hasta tarde cada día, jugar con los niños del pueblo, dormir la siesta por la tarde, cenar tranquilamente al anochecer y tocar la guitarra, cantar y beber vino con sus amigos cada noche.

La moraleja de este cuento es que, en la mayoría de los casos, el éxito, tal como solemos entenderlo hoy, cuesta demasiada sangre, sudor y lágrimas. ¿Qué sentido tiene trabajar duro durante muchos años, sacrificando la felicidad y el bienestar por el camino, cuando puedes tener felicidad y bienestar en el presente si no trabajas tan duro? En esta vida lo que verdaderamente vale es trabajar menos y pensar más.